Para celebrar el Año Jubilar hemos de inspirarnos en la tradición bíblica del Jubileo: conocer sus raíces y el significado que tenía la institución para el pueblo de Israel. El Año Jubilar procede de una etimología latina: palabra latina jubilaeus, que significa gozo, júbilo, alegría desbordante. Por lo tanto, es un acontecimiento gozoso. Esta palabra latina fue utilizada por san Jerónimo para traducir un término hebreo, que se pronunciaba de forma muy semejante. La palabra en cuestión es yobel que designaba a un cuerno que se hacía sonar al principio de algunas fiestas, y muy especialmente al inicio del Año Jubilar. Así, pues, de yobel se pasó al jubilaeus, de donde viene nuestra palabra «jubileo».
Jesús comienza su misión con un discurso inaugural muy breve pero de gran fuerza. “Desenrolló el libro y encontró el lugar donde se dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos y el regreso de la vista a los ciegos, para dejar a los oprimidos en libertad, y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los ojos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces empezó a decirles: Hoy se cumple esta Escritura para los que escuchan” (Lucas 4,17-21).
Con estas palabras: “Hoy se cumple esta escritura en quienes la escuchan”, Jesús estaba anunciando que él era el ungido y enviado para llevar la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos y dar la vista a los ciegos. ¡El tiempo de la gracia del Señor había llegado! Así, este año se nos invita a ser agentes evangelizados y evangelizadores de la Buena Noticia del Reino de Dios, trayendo la misericordia de Dios a los pobres, los ciegos y aquellos que son prisioneros del materialismo del mundo.
No olvidemos que, ayer, hoy y siempre, el programa de la Iglesia es el anuncio de Jesucristo y de su Evangelio de Salvación. Pero para poder ser fiel a la misión recibida, nuestra Iglesia diocesana ha de tener en cuenta a los hombres y las mujeres de cada época, así como las circunstancias y las necesidades del momento en que vive y lleva a cabo su misión. Por ello, a la vez que nos preparemos para el Jubileo y lo celebremos, queremos discernir juntos los caminos para la misión en el presente, en un proceso sinodal de oración y de reflexión, personal y comunitaria. Se trata de ponernos a la escucha del Señor, de abrirnos a la moción del Espíritu Santo y de atender a los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir el plan de Dios, los caminos que Él nos indica para ser sus discípulos misioneros, aquí y ahora.
En la Carta pastoral de nuestro obispo, con motivo del Año Jubilar diocesano por el 775º de la sede episcopal en Segorbe 1247-2022, nos sugiere las siguientes acciones para preparar y vivir el Año Jubilar
- Volver nuestra mirada a Dios para abrirnos a su presencia amorosa y providente en nuestra Iglesia diocesana, ayer, hoy y siempre. Necesitamos avivar la fe, la esperanza y la caridad. Dios nos precede y acompaña siempre; somos su Iglesia, somos su obra.
- Profundizar en la alabanza y en la acción de gracias a Dios Padre, fuente de todo bien personal y comunitario.
- Hacer memoria agradecida a Dios de nuestra historia personal en nuestra Iglesia diocesana: la fe, el bautismo, la vocación, los carismas…
- Cultivar el encuentro personal con Jesucristo vivo en la oración, en su Palabra, en la Eucaristía, en su Iglesia, en los pobres y necesitados, en los hambrientos y sedientos, en los enfermos…
- Pedir el don de la conversión personal y comunitaria para restaurar la comunión con Dios y con los hermanos.
- Cultivar el mandamiento nuevo del amor, la comunión cristiana de bienes y la dimensión social de la fe.
- Avivar nuestro compromiso social.