«Tiempo favorable para la renovación personal»
Con la celebración del «Miércoles de Ceniza», la Iglesia Católica inicia el tiempo litúrgico de la Cuaresma.
Durante cuarenta días recorremos un camino de conversión personal que se traduce en un tiempo de preparación para celebrar la Pascua del Señor. Su muerte y resurrección nos revela el Misterio de la Salvación.
Eso, dice el Papa Francisco, «un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria» exhortándonos a detenernos en la Carta de San Pablo a los Gálatas (capítulo 6) para que cada uno examinemos nuestra propia conducta, y no nos cansemos «de hacer el bien porque la cosecha llegará a su tiempo».
Hay una invitación que nace del corazón de Dios, que con los brazos abiertos y los ojos llenos de nostalgia nos suplica:
«Vuélvanse a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Vuélvanse a mí. La Cuaresma es un viaje de regreso a Dios. Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: “Señor, volveré a Ti después, espera… Hoy no puedo, pero mañana empezaré a rezar y a hacer algo por los demás”. Y así un día después de otro. Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es el tiempo de regresar a Dios. La Cuaresma es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo. El centro de la Cuaresma es discernir hacia dónde es orientado el corazón. El viaje de la Cuaresma es un éxodo, es un éxodo de la esclavitud a la libertad. La ceniza sobre la cabeza nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Pero sobre este polvo nuestro Dios ha infundido su Espíritu de vida. Hermanos y hermanas: Nuestro viaje de regreso a Dios es posible sólo porque antes se produjo su viaje de ida hacia nosotros. De otro modo no habría sido posible. Antes que nosotros fuéramos hacia Él, Él descendió hacia nosotros. Nos ha precedido, ha venido a nuestro encuentro.